Fernando
Cuando hablamos de patrimonio personal, no se me ocurre nada más valioso que mantener en el tiempo que la música. La música nos acompaña a lo largo de nuestra vida y hay muchísimas personas que no le prestan atención. Yo sin embargo tengo la mala costumbre de analizar todo lo que suena y buscar un sentido a nivel de expresión, a nivel de estructura… Y hay música en todo, hasta en como suenan tus pasos por la calle.
Sin embargo, la estamos perdiendo, hay gran cantidad de música que se está perdiendo, y por eso merece la pena conservarla. En este caso, la pieza que quiero conservar es “Blessed are the ones”, una pieza de Stanford de la que no existe en la red ningún audio, y que yo he tenido la suerte de cantar hace poco. En la inmensa mayoría de la música coral, hay unos roles muy repartidos entre las diferentes voces.
El ejemplo más representativo de esto lo encontramos en el reino vegetal: Los bajos son las raíces, marcan la base armónica y rítmica de la pieza. Si no cumplen con esta labor, la música no se sostiene y se pierde el resultado por el camino. Los tenores y las contraltos son el tallo, el sostén y lo que determina si la música va a crecer o se va a quedar pequeña. Tienen una de las labores más complicadas de la estructura, ya que son la comunicación entre la base y la melodía y los encargados de que todo esté en su sitio. Las sopranos son la flor, lo bonito, lo que más se ve.
La melodía. Con lo que el público se queda y de lo que dependen todos los demás. Es lo que hace que a priori alguien se fije en la planta.