Gemma G.
Este es mi anillo, mi sello. Me es muy difícil explicar por qué lo considero patrimonio, si no conocéis bien la relación con la persona que me lo regaló, mi abuela.
Mi abuela, es una de estas mujeres que, como se suele decir, es de » ar más tomar»; de las que son duras, y a las que pocas veces verás dar muestras excesivas de cariño, a no ser que «cales» en ellas. Pero, cuando estamos juntas, toda esa fachada de mujer dura, desaparece. Es mi apoyo, mi alegría, e incluso también, mi pena. Mi abuela a es… es todo lo contrario que yo, y a veces, me estresa y discutimos, pero solo ella sabe sacar lo mejor de mí.
Me ha enseñado muchas cosas: desde refranes populares y oraciones hasta que puedo superarme cada día.
Teniendo en cuenta todo esto, voy a contaros un pequeño cacho de nuestra historia, la historia del sello.
Un día cualquiera, haciendola una visita, tenía preparada encima de la mesa una cajita, me dijo que era para mí, que la abriese. Dentro estaba el anillo, su sello, el que había llevado toda la vida, el que tenía sus iniciales grabadas, pero que apenas se veían por el paso del tiempo. Me dijo que me lo regalaba y que lo llevásemos a la joyeria para grabarle las iniciales que yo quisiese. Fuimos a la joyeria y, juntas, decidimos poner J y G, las iniciales de ambas.
Desde entonces nunca me lo he quitado, forma parte mí, de nuestra historia y de ella.