MÁS QUE UN OBJETO
Tras un objeto que a simple vista podemos considerar vulgar y de uso cotidiano, va enraizado con mi presente, mi felicidad y deseada continuidad de futuro. Ese collar me permite pasear al ser vivo que más quiero y que me brinda cada día una sonrisa y más de un lametazo. A raíz de mi perra, llamada Nena, podemos analizar con más detalle la importancia que cada día va brotando más fuerte en nuestra sociedad del animal doméstico en nuestros hogares. Ella enlaza en armonía con la relación de animal protector y de compañía; sin duda puedo afirmar que entre sus patas me siento más seguro y mis pasos son más firmes al caminar ( aunque en ciertas ocasiones sea motivo de mi tambaleo). A través de ella descubrí un nuevo mundo de sabores y conocimientos; incluso de personas. En primera instancia fui a lugares que habitualmente no hubiera decidido ir si no hubiera surgido una necesidad extrínseca; como es el caso de ir a una tienda de animales. Allí, en una tienda en apariencia semejante a cualquier otro comercio, conocí el amor de mi día a día; con quien convivo y me siento yo misma. Sin duda, mi perra transformó mi vida a mejor y la inundó de amor desenfrenado. En un periodo relativamente corto de tiempo llegaron dos amores de mi vida para continuar, para quedarse. Podemos decir que el destino es muy caprichoso y aleatorio; aunque todo es tan cuestionable que ni siquiera podemos afirmar o asegurar nada. Por el contrario, los vínculos emocionales que se pueden generar entre personas y entre mascotas puede ser tan grande que se puede producir en dichas relaciones el deseo de que exista una continuidad. Para mi, mi perra y mi pareja son sinónimos de sustrato, son mi base para la vida; puesto que han enriquecido y brotado mi vida de sentido.