Una cinta

Un verano me di cuenta de que había más mundo del que yo creía. Antes solía ser una persona muy reservada, algo tímida y no muy dada a socializar con la gente, pero aquel verano en el que tendría 7 u 8 años, mi abuela me animó a intentar conocer a gente, ya que nunca me hacía mucha ilusión ir al pueblo porque sentía que me aburría estando sola o con mis padres todo el día. Empecé a quedar con algunos amigos que conocí en la plaza y poco a poco fui conociendo a más gente. Desde aquel verano, el hecho de ir al pueblo era un método de escape a todos los problemas del día a día: colegio, trabajos, discusiones con compañeros, preocupaciones… También es un lugar que me recuerda mucho a mis abuelos, ya que ellos son de allí de siempre, y son dos personas a las que quiero y me han apoyado mucho a lo largo de toda mi vida. En mi pueblo es muy famoso el carnaval, y hay una tradición de llevar una cinta atada alrededor del cuello durante los días de carnaval, como símbolo de él, y que se supone que te cuida la garganta hasta el miércoles de ceniza, que debería quemarse. Aún conservo la primera cinta que me dió mi abuela, y ella me lleva a recuerdos muy bonitos como son mis amigos, momentos especiales, mis abuelos y toda la vida que he pasado allí.