Llave vieja y llavero cutre

Este es mi patrimonio: una llave vieja y un llavero cutre. Tanto la llave como el llavero tendrán unos treinta y tantos años, al igual que la casa que se abre con dicha llave. Esta casa es la casa de veraneo de mis abuelos y se encuentra en un pueblo leones llamado Quintana del Castillo, cuyo máximo atractivo turístico es un pantano de agua helada. Hace un par de años mis amigos y yo teníamos nuestros respectivos carnés de conducir nuevecitos en nuestras carteras donde, por supuesto, aparte de dicho carnet no había mucho más que un par de billetes de 10 euros y nuestros DNI, por lo que queriendo hacer algo guay y barato se me ocurrió pedirles permiso a mis abuelos para pasar unos cuantos días en su casa del pueblo. Yo sinceramente esperaba que me dieran largas o que me dijeran que no directamente, ya que no creo que a nadie le haga gracia que 8 adolescentes estén de fiesta en su casa durante 4 días seguidos. Para mi sorpresa me dijeron que sin problema por lo que yo estaba encantado, pero ellos estaban entusiasmados de que yo fuera a ir al pueblo. Unas semanas antes de ir al pueblo con mis amigos, mis abuelos y yo decidimos ir a la casa para darle una limpieza y ver cómo funcionaba todo. Desde el momento en el que me monté en el coche ya me dieron indicaciones y consejos sobre qué ruta era más corta y dónde estaban los radares, en qué pueblos tiraban mejor las cañas al menor precio y qué cosas había que ver sí o sí en Astorga (que pilla de paso). Finalmente llegamos a la casa. Hacía años que no pisaba por ahí y como suele pasar en estos casos me golpearon los recuerdos de lo bien que lo pasaba en verano en ese pueblo enano. Los siguientes días se basaron en limpiar, recoger y preparar tanto la casa como el jardín y el garaje. Todas las explicaciones e instrucciones que me daban para poner a punto la casa finalizaban con un: «así ya lo sabes para la próxima vez que vengas» que con el paso de los días evolucionó a: «hay que cuidar bien la casa para cuando vengas con tus hijos». El último día, justo antes de volver a Valladolid, mi abuela sacó la llave y el llavero de un cajón y mi abuelo me las dio y me dijo: «Estás llaves ya son tuyas para siempre, así podrás venir siempre que quieras con quien quieras. Llegará un día en el que nosotros ya no podamos venir a esta casa, pero siempre será tuya y de tu hermana». También me contó que esa llave (y otras tantas) las encargó en cuanto terminó la construcción de la casa, para poder dárselas a sus hijos cuando fueran adultos y a sus nietos. En ese momento me di cuenta de lo que había pasado estos días. Mis abuelos no me estaban ayudando a preparar la casa para pasarlo bomba con mis colegas si no que me estaban explicando cómo cuidarla para cuando ellos no estén. Mi abuelo ha estado toda su vida trabajando en la fasa y mi abuela siempre ha sido ama de casa. Con sus ahorros e invirtiendo mucho trabajo consiguieron levantar la casa del pueblo. Para ellos esa casa es un tesoro, el pueblo es su hogar y consideran que el pantano debería ser una de las 7 nuevas maravillas. Por lo que este es el patrimonio que ellos me dejan, no una llave vieja y un llavero cutre si no su mayor tesoro, el cual espero poder pasar algún día a mis hijos.