En casa de la abuela, todos los años el 24 de diciembre en la noche, es costumbre tener a la familia unida, ya que es navidad. En este marco, de toda la decoración, ambientación y puesta en escena del nacimiento, existe un bien que sobresale, nos referimos al Niño Jesús, una estatuilla de yeso adquirida por mi abuela por obsequio de su madre (mi bisabuela a la cual no conocí). Como tradición familiar, en la medianoche siempre el más pequeño de la casa coloca el Niño Jesús en su pesebre simulando su nacimiento; por lo que en algún momento fui protagonista de ese acontecimiento, tal como lo fueron en su momento mis tíos, tías, madre, primos, primas y hermano. Actualmente, la más pequeña es mi hija, la engreída de la familia y encargada de esta gran hazaña. Esta estatuilla, si bien es cierto es un bien material, tiene intrínsecamente una connotación inmaterial por el sentir de la navidad (cohesión). No obstante, es de interés relievar los lazos construidos entre mi familia junto al Niño Jesús y es muy probable que cada uno de los integrantes de mi hogar tenga vínculos distintos en este acontecimiento (proyecciones). En mi caso, este bien expresa un nodo específicamente con mi abuela y madre, creado por medio de vivencias, emociones y recuerdos superpuestos sumado año tras año, donde el algún momento fui protagonista y en otros solo espectador. Asimismo, existe un continuum, dado que el hecho de que mi hija participe actualmente de este suceso, dinamiza y consolida estas emociones. Bonitos recuerdos traen consigo esta estatuilla y seguirán anexándose otros pasajes futuros, como eslabones en una gran cadena, con posibles nuevos integrantes.
En la fotografía de arriba, muchos de vosotros tan solo veréis un collar sobre el pecho de una persona, pero yo veo en ella miles de recuerdos positivos de mi infancia. Se trata de el complemento que mi abuela siempre llevaba siempre consigo, ella fue quién me ha cuidado desde que yo tenía un año, y es por eso que la persona más destacada de mi niñez es ella, es más, podría decir que es mi ejemplo a seguir por habérmelo enseñado todo.
La imagen trata de representar mis orígenes con mi patrimonio personal más valioso que son mis pasaportes de mis dos nacionalidades, la matrícula de un coche de Pennsylvania, que es donde parte de mi familia vive y las fotos de fondo, que son todos los recuerdos que he podido vivenciar gracias a la suerte que he tenido. Esta realidad que me ha tocado vivir es lo más especial que tengo y más orgulloso me hace sentir. Tener familia de países tan distantes es una sensación inexplicable. Estar tan alejados de unos por un tiempo se hace muy largo y duro, pero el momento del reencuentro con las familias es algo maravilloso, ese instante es pura felicidad. Esos meses que puedo pasar con ellos en verano o el resto del año con la otra parte de la familia ojalá pudieran ser eternos. En mi caso siempre que hay una despedida, tengo una bienvenida y siempre que me reencuentro con unos, echo de menos a los otros.
En esta imagen podemos observar un simple figura creada a partir de plastilina, muy común y sin ninguna importancia. Sin embargo guarda un gran valor simbólico debido a que fue un muñeco que cuando yo tenia 10 años mi abuela me ayudo a crear. Durante muchos años no comprendí su valor hasta que ella falleció. Tiempo después encontré la figura cubierta de polvo por el paso de los años y millones de recuerdos resurgieron en mi mente, por eso ahora la guardo como un preciado bien que me ayuda a no olvidar a las personas que han pasado por nuestra vida y que ya no volverán.
Este colgante es un bien que no quiero perder nunca y que significa mucho para mí. Primero perteneció a mi madre y se lo regaló un gran amor, el padre de mi hermano mayor. Más tarde ella me lo pasó a mí. Me parece precioso, no sólo porque el azul es mi color favorito. El azul profundo con motas doradas me recuerda a las noches de verano bajo el cielo estrellado o a los lagos profundos y el mar. Así que lo asocio con la naturaleza en toda su belleza y esplendor y me recuerda que soy una pequeña parte de un gran todo. Me transmite buenos sentimientos y serenidad cuando la vida se vuelve difícil y estresante. También pienso en el amor de mi madre por mí, así como en el amor de mi madre en aquel momento por la persona que le hizo el regalo, que desempeñó un gran papel en nuestra vida y enriqueció enormemente no sólo la vida de mi madre, sino también la mía. Así que me siento cerca de estas dos maravillosas personas cuando tengo el colgante conmigo. Quiero conservarlo siempre.
A simple vista puede parecer una simple guitarra, pero para mí significa mucho más que eso. Esta fue la primera guitarra que pude comprarme por mí misma cuando comencé a trabajar. No sólo simboliza mi pasión por la música, también simboliza el esfuerzo y el trabajo. Lleva muchos años acompañándome y, aunque últimamente no puedo dedicarle todo el tiempo que me gustaría, cada vez que saco un rato para tocarla consigue evadirme del mundo.
He seleccionado esto, ya que tiene un valor muy grande para mí. Es la Hermandad de Jesús Atado a la Columna, una de las dos hermandades a las que yo pertenezco y que son pertenecientes a la Semana Santa de mi pueblo. Significa mucho para mí, ya que comparto esta pasión de pertenecer a esta hermandad con mi padre, mi hermano y otros miembros de mi familia, y tanto mi hermano como yo pertenecemos a ella desde que nacimos. Pertenecer a una hermandad en mi pueblo es una tradición familiar desde hace cientos de años, y lo que conlleva formar parte de cualquiera de ellas es tener un cumulo de emociones, como el amor o la pasión, por ello.
Estos cascos representan la música y la paz que me trae a mi desde pequeña siempre me ha gustado escucharla aunque nunca se me ha dado bien la asignatura. La música me lleva a momentos felices de mi infancia cuando bailaba con mi familia en las fiestas.
Esta hucha me ha acompañado desde pequeña y en ella he ahorrado para cosas y experiencias que han sido importantes para mí. Por ello, es para mí también una hucha de recuerdos.
Un abrazo. Un abrazo de tu amiga en medio de la discoteca diciéndote que eres la mejor persona que ha conocido. Un abrazo de tus padres cuando logras conseguir algo que deseabas desde hace mucho tiempo. Un abrazo del profesor que te marcó durante tu recorrido escolar el día de tu graduación. Un abrazo de uno de tu pequeños alumnos al saber que han sacado una buena nota en un examen. Un simple gesto, como puede ser un abrazo, transmite tantas emociones y sentimientos, que a veces no le damos el valor que realmente tiene. Hace un tiempo, me tatué el abrazo de una persona que para mí es la estrella que más brilla en el cielo. En todas las fotos que yo me hacía con mi abuela, ella siempre tenía que ponerse en el lado derecho, por eso de que era su perfil bueno. Pasaba su brazo por detrás, rodeándome mientras hacia unas «momiguitas» en mis costillas. Se apoyaba en mi brazo y soltaba su frase: ¡deja de crecer que me estás quedando pequeña! Yo me reía y le decía: siempre seré tu pequeña abuela. Siempre me ha gustado pasar horas en el jardín de casa jugando a la pelota con mi hermano, cosa que a ella la encantaba pero «no rompáis los rosales u os meto un brazo por una manga». Cada día, al entrar a su casa, su «hola cariño» inundaba cada rincón, pero cuando mis padres decidían que era hora de ir a nuestra casa, mi hermano y yo ya estábamos pensando la próxima trastada que hacer al finde siguiente. Pasan los años, y ya nos vamos haciendo conscientes de que la abuela no puede explicarnos las matemáticas del cole, sus peripecias del pasado parecen una cinta en bucle, los dibujos de la tele se han convertido en interminables tardes de Telecinco. Cuatro años y sigo recordando que “las rosas rojas son las que mejor huelen”, que “si no te pones algo de ropa te vas a poner malita”, que “hay que tomarse el zumo rápido que se van las vitaminas”, que “tiene que comer un platito más que te estas quedando en nada”, que “un caramelito para esa garganta tan seca”. Un primer día de instituto, que debía ser alegría e ilusión, carreras en los pasillos y bailes en el hall, no volví a escuchar su “ale hija vámonos a la cama, a ver que depara esta noche, que seguro que pare otro día”.
Mi pueblo es para mí lo más importante, ya que de allí son las personas a las que más quiero y aprecio, como por ejemplo mi abuela. Este sitio me ha dado grandes amigos, que me van a ayudar y acompañar a lo largo de mi vida, tenemos una amistad muy bonita. La foto es de un concierto de un grupo de Burgos, al que fui con mis amigos del pueblo. Fue un momento único e imposible de olvidar. Este grupo para todos nosotros es muy importante, ya que nos hace acordarnos de nuestras raíces, como bien dice en una de sus canciones, “No te olvides de dónde vienes”. También nos hace darnos cuenta de que, gracias a nuestros abuelos, nos conocemos y somos muy buenos amigos. Una cosa que me llama mucho la atención de todo mi grupo, es que lo primero que hacemos al reencontrarnos en verano, es preguntar por nuestros abuelos. Para mí, el pueblo lo es todo. Es el único sitio en el que me siento totalmente yo.
He abierto mi álbum de fotos en el que guardo todos mis recuerdos y me he encontrado con esta foto. Hace aproximadamente 18 años que mis padres me tomaron esta fotografía en el salón de mi casa. Era el día de reyes, de ahí que esté rodeada de tantos juguetes con los que tan buenos ratos he pasado. Para mi, mi patrimonio es mi infancia porque es la etapa de mi vida que recuerdo con más cariño: recuerdo como mamá me levantaba con el desayuno preparado para ir al cole o como mi abuelo me llevaba a dar de comer a los patos. Esta foto me lleva al pasado y a pesar de estar rodeada de juguetes, lo que me viene a la mente son bonitos recuerdos y personas que ya no volverán. Es por ello, que al ver esta imagen pienso que deberíamos aprovechar el tiempo como lo hacíamos cuando éramos pequeños: sin miedo a que pase deprisa y disfrutándolo al máximo; al igual que hacemos cuando nos subimos a una montaña rusa.
Un anillo, además de ser un accesorio, puede poseer un importante valor simbólico y sentimental. Es probable que para ciertas personas un anillo sea solo un complemento junto con la ropa que nos ponemos cada día, pero, tanto para mí como para la persona con quien lo comparto, es mucho más que eso. Es el objeto más importante que llevo conmigo desde hace varios años, pues significa todo el amor, respeto y lealtad entre mi pareja y yo, y, por lo tanto, es el bien material más significante de mi patrimonio personal. Sé que suena extraño, pero, desde que lo tengo, siento que es algo que ya forma parte de mí, nunca me lo quito, y mucho menos salgo a la calle sin él, y, también, hace que me sienta mejor cada vez que lo miro, por lo que si tengo un mal día es algo que me ayuda mucho. Como casi todo el mundo, yo llevo el anillo en el dedo anular y el motivo principal es porque existe una creencia que expone que por el dedo anular pasa una arteria llamada “amoris” que conecta el dedo directamente con el corazón, y, por ello, es llamado el dedo del amor y el compromiso.
El día de mi 18 cumpleaños me regalaron una de las cosas más preciadas que tengo. Hace ya muchos años, mi abuela compró 8 pulseras de oro iguales para regalárselas a las 8 mujeres de mi familia cuando estas hicieran la mayoría de edad. Siempre que hay una reunión familiar, un aniversario o una boda, todas nos ponemos la pulsera y, al vernos, nos miramos las muñecas y sonreímos. Su valor para mí es incalculable porque simboliza el amor y la unión. Sé que siempre que la lleve puesta llevaré a mi familia cerca de mí, sin importar lo lejos que estemos.
Una moneda, más específicamente, 5 pesetas de plata de Amadeo I de Saboya. Para otra persona no sería más que la típica baratija que te encuentras en casa de tu abuelos y a la que no haces más caso que mirarla fugazmente cuando tu abuela se ausenta, para mí significa el vínculo que tengo con mi mejor amigo. Él es la persona a la que acudo cuando tengo un problema, persona que se ha convertido en mi lugar seguro, con sus abrazos (las pocas veces que los da) y con su voz cuando canta. Esta moneda, y otras pocas más, eran parte de la herencia que le dejó su abuelo al fallecer, y que al ser algo con gran valor sentimental para él, decidió compartir con las gente que eligió como su familia, aquellas personas que sabe que siempre estarán ahí cuando lo necesite, sea para tomar un café y disfrutar de una agradable conversación como para apoyarle en los momentos difíciles (incluso para llevarle una bebida energética, marca Burn porque si no, no le gusta, al trabajo ya que está que no se mantiene en pie). Recuerdo que me la dió un 16 de julio de 2021, al principio yo no entendí que significaba, pero luego al comprender su valor, supe lo importante que era nuestra amistad para ambos, nunca me separo de esa moneda, siempre la llevo en la cartera. Terminaré este texto comentando que justamente voy a verle con una energética Burn en la mochila, tengo ganas de ver la sonrisa que soltará al verme aparecer por la puerta del Coffee Charger con la Burn de la mano, intentaré sacarle un abrazo a cambio, a ver si lo consigo.
Catedral de Cádiz en Navidad