Sigo aquí
Esa muñeca estaba siempre en la misma habitación, dentro de un armario. Llevaba un vestido rosa de volantes, y un sombrero a juego. Tenía el pelo cobrizo y rizado. Además llevaba unos zapatitos marrones parecidos a unos que yo tenía. Siempre me encantó esa muñeca, y siempre que iba a ver a mis abuelos, iba a verla a ella, aunque como era pequeña no me dejaban entrar a mirar yo sola. Y por eso entraba a escondidas. Con el paso del tiempo me fui olvidando de ella y me fui haciendo mayor, al igual que mis abuelos. Mucho tiempo después, cuando fuimos a visitarles un día, se me ocurrió volver a buscarla. Ya podía entrar sola a la habitación porque tenía catorce años, y me puse a mirar por el armario. Lo único que encontré fue uno de sus zapatos. Entonces mi abuelo entró por la puerta. Escuché sus pasos acompañados del golpe de bastón. Sonriendo me dijo que podía quedarme con él si quería. Que hace tiempo que perdió esa muñeca, que no sabía dónde podía estar. Que si lo supiera me la daría. Quizás se quedó dentro de alguna caja entre mantas. Quizás se la llevó alguno de sus hijos. Lo guardo con cariño, como una puerta que mi mente tiene para mirar el pasado, cuando la única preocupación que tenía era que mi abuela hubiera hecho huevos fritos con patatas después de venir del colegio. Cuando mi abuelo se quedaba dormido viendo Saber y Ganar, cuando me ponía sus boinas y me quedaban tan grandes que me tapaban la vista.