Mis zapatos de flamenco son mi patrimonio porque me acompañan desde que soy pequeña. Empecé a bailar cuando tenía 8 años porque me encantaba. A medida que fui creciendo, ir a clase de baile flamenco era mi forma de desconectar del instituto, de los exámenes, de las obligaciones en general. Creo que es una buena forma de describir mi patrimonio porque es algo que me define. Siempre que hay música se me mueven los pies solos, no puedo evitarlo.