
Mi lugar tranquilo
Cuando los pensamientos se me arremolinan en la cabeza y la pesadumbre en el corazón. Cuando no salen las cosas o la situación se vuelve pesada. Cuando no puedo evitar llorar o cuando estoy eufórica. Cuando estoy dolida o cuando acabo de ver un atardecer precioso. Cuando estoy disfrutando con las personas que quiero u oigo cantar a los pájaros. Todo lo que siento y de qué manera lo hago lo vomito en este u otros muchos cuadernos que tengo desde que me animé a empezar a escribir. Me pone feliz y me da añoranza el saber que, de algún modo, tengo un registro de quién fue con doce años, con quince y con veinte. De quién era en ese momento y en quién me he convertido ahora, al igual que el proceso que estoy siguiendo para convertirme en quien seré mañana. Aunque realmente, esa no es la razón por la que lo hago. Escribir me ayuda a poner las cosas en perspectiva y vivir más en el presente. A aprender a disfrutar y sacar provecho de l que me pasa, sea bueno o malo. Me enseña a poner en valor a personas y situaciones, pero sobre todo a mí. Al final cuando escribo me siento como que acabo de soltar todo a una mejor amiga y esta, me remata con el mejor de los consejos consejos. Al final es algo que disfruto haciendo y que considero que, emocionalmente me ayuda. Me ayuda a callar esas voces que a veces te ponen un peso en la espalda y a llegar a mi lugar tranquilo.