Historias por contar…

En esta imagen observamos en primer lugar una pulsera con un valor muy especial. Las joyas, pequeños tesoros que trascienden el tiempo, que tienen una duración indeterminada si las guardamos con amor y cariño, son testigos silenciosos de nuestras historias familiares y legados que perduran a lo largo de generaciones. Para mí, esa pulsera, no es importante debido a su valor económico. Para mi familia, cada una de las joyas que tenemos, narran una historia. En el oso observamos que tiene un grabado, un nombre “Santi”, mi abuelo: una persona que me crio, me ayudó, y como cualquier abuelo, aguantó a su nieta en sus años buenos y no tan buenos. Para mí, fue una pérdida casi irreparable, cuando se fue. Parte del corazón de una niña de 6 años se fue con él y nunca volvió. Pasó una semana y llego el momento de ir a recoger sus cosas, ayudar a mi abuela, y en ese momento, decidí abrir su mesilla de noche, donde encontré sobres. Mi abuela cuando lo vio, desconocía al completo su existencia, abrimos uno y encontramos dinero. Sí, dinero. Con una nota en la que ponía “para que mis pequeñas sigan contando historias con mi recuerdo”. Ahí todo cobro sentido, ese dinero se lo entregue a mi madre y ella supo lo que hacer. A la semana siguiente apareció con esa pulsera. Yo empecé a llorar, mi historia empezaba a cobrar vida. Por esa razón, a día de hoy, esa pulsera es lo más preciado que tengo de él, y cuando lo echo en falta, recuerdo que siempre lo llevare conmigo.

Al lado de la pulsera vemos dos cámaras, un click y un instante efímero capturado, así es la fotografía, recuerdos que nos unen donde se inmortalizan risas, abrazos y miradas que trascienden en el paso de los años. Cada imagen la consideramos una ventana al pasado, donde nuestros recuerdos se albergan, pudiendo consultarlos casi cuando queramos. De pequeña siempre me preguntaba el por qué de tantas fotos, de que mi madre nos dijera : ⁃ Poneros aquí, foto, foto ⁃ Sonreír ⁃ Patataaaa. Unos cuantos años después lo entiendo, esas cámaras son mi infancia, mi adolescencia y mi edad adulta. Según vaya pasando el tiempo me verán crecer tanto física como mentalmente, verán mis logros con alegrías, mis viajes, aventuras y también verán mis fracasos, mis derrotas, mis llantos… Mi madre las tenía guardadas como oro en paño para que no las pasara nada, y a día de hoy, puedo decir que son el mejor regalo que me han hecho sin duda .