Fofi
Aunque siempre he sido del tipo de persona que le da un valor especial a sus cosas materiales (desde los peluches más realistas hasta las gomas o los lápices), dándoles hasta sentimientos y personalidad, tengo que decir que entre todos mis tesoros emocionales, el número uno es Fofi: un pequeño conejo que mis padres eligieron como mi amigo antes incluso de que yo naciera, y que ha sido mi compañero más fiel desde entonces. Cuando era pequeña y tenía que enfrentarme a los miedos de la noche, Fofi era mi protector más personal, el que otorgaba el liderazgo del ejército de peluches que me rodeaba. Era tan importante que, si alguna vez se me olvidaba en casa, tendríamos que dar media vuelta aunque estuviéramos a kilómetros de distancia. Recuerdo una vez que, por accidente o por un intento de demostrar mi valía independencia infantil, Fofi acabó en un contenedor, lo que produjo un llanto instantáneo por mi parte. Mi abuelo, para evitar la catástrofe que suponía la perdida de mi querido compañero me agarró por los pies y me introdujo boca abajo sobre el contenedor hasta que fui capaz de rescatarlo. Ahora, veinte años después, Fofi sigue siendo mi fiel compañero. Siempre tiene un lugarcito en mi maleta o en mi cama, recordándome que la niña que fui sigue viva dentro de mí, y que, sin importar lo lejos que esté, siempre llevaré un pedacito de mi hogar conmigo gracias a él.