Unas marcas de lápiz en la pared
Hace unos meses nos mudamos al apartamento donde mi mujer vivió durante los primeros años de su vida. Un día, mientras limpiaba la terraza, descubrí casi por casualidad unas discretas señales de lápiz garabateadas en la pared. Al principio pensé que se trataba de las típicas marcas que utilizan los albañiles como referencia en sus obras, pero un vistazo más detenido me sacó de mi equivocación: 28-XII, 27-6-92-M, etc. Le enseñé mi hallazgo a mi mujer que, emocionada con el descubrimiento, me contó la historia completa. Esas pequeñas señales representaban fechas y alturas: eran un registro de crecimiento de ella y de su hermana durante el tiempo que vivieron en el apartamento. También aparecía marcada la altura de mis suegros, y la de otros familiares cercanos. En total, debía de haber allí en torno a una veintena de marcas diferentes realizadas entre 1992 y 1995. Habían pasado casi 30 años desde el momento de su realización, además de un buen número de inquilinos distintos, y aquellas frágiles líneas de grafito seguían allí, dando testimonio de la infancia de mi mujer y de todas las personas que participaron en ella. Antes de reconocer las marcas y su significado mi intención fue la de limpiarlas, porque pensaba que ensuciaban la pared. Sin embargo, conocer el vínculo que las unía a mi pareja hizo que también fueran importantes para mi, y ese rincón de la terraza se convirtió en una humilde muestra de patrimonio familiar. A día de hoy, las marcas no sólo siguen ahí, sino que han aumentado en número, en este caso, con la altura de nuestro primer hijo: P 3-4-24.