Esta es mi primera artesanía hecha con la técnica del enchapado en Tamo, una técnica artesanal de la ciudad de Pasto Colombia que consiste en recubrir con láminas de trigo superficies de madera de algún objeto. Este fue mi primer trabajo de artesanía donde aprendí mucho. Lo guardo con mucho cariño
Hace unos meses nos mudamos al apartamento donde mi mujer vivió durante los primeros años de su vida. Un día, mientras limpiaba la terraza, descubrí casi por casualidad unas discretas señales de lápiz garabateadas en la pared. Al principio pensé que se trataba de las típicas marcas que utilizan los albañiles como referencia en sus obras, pero un vistazo más detenido me sacó de mi equivocación: 28-XII, 27-6-92-M, etc. Le enseñé mi hallazgo a mi mujer que, emocionada con el descubrimiento, me contó la historia completa. Esas pequeñas señales representaban fechas y alturas: eran un registro de crecimiento de ella y de su hermana durante el tiempo que vivieron en el apartamento. También aparecía marcada la altura de mis suegros, y la de otros familiares cercanos. En total, debía de haber allí en torno a una veintena de marcas diferentes realizadas entre 1992 y 1995. Habían pasado casi 30 años desde el momento de su realización, además de un buen número de inquilinos distintos, y aquellas frágiles líneas de grafito seguían allí, dando testimonio de la infancia de mi mujer y de todas las personas que participaron en ella. Antes de reconocer las marcas y su significado mi intención fue la de limpiarlas, porque pensaba que ensuciaban la pared. Sin embargo, conocer el vínculo que las unía a mi pareja hizo que también fueran importantes para mi, y ese rincón de la terraza se convirtió en una humilde muestra de patrimonio familiar. A día de hoy, las marcas no sólo siguen ahí, sino que han aumentado en número, en este caso, con la altura de nuestro primer hijo: P 3-4-24.
Mi patrimonio personal es esta fotografía de mi perrita, se llama Lula. Apareció en mi vida cuando yo iba a cuarto de primaria, mis padres la trajeron de sorpresa a casa de mis abuelos mientras nos cuidaban a mi hermano y a mí, era una bola pequeñita y peluda, y me acuerdo perfectamente de la sonrisa que se me dibujó en mi cara en cuanto la vi por primera vez. A partir de ahí han sido un cúmulo de experiencias, tanto buenas como malas, que me han ido acompañando a lo largo de mi vida. Hace unos meses, Lula tuvo un terrible accidente en el que su vida estaba en verdadero riesgo, esas semanas de angustia se convirtieron en una de las peores experiencias que he tenido, sin embargo, me di cuenta de lo mucho que la apreciaba y lo que significaba para mí. Por lo que rápidamente busqué en mi galería una foto de nuestras últimas vacaciones, en las que mis padres decidieron llevar a Lula con nosotros para que descubriera la playa, la fotocopié y la tengo enmarcada en mi habitación para recordar siempre que ella no es una simple mascota, sino un miembro más de mi familia.
Esta fotografía captura dos elementos que han sido testigos de mi viaje personal y emocional a lo largo de los años. La bandera de Navarra, un regalo significativo de mis amigos antes de mi partida hacia Valladolid para continuar mis estudios, simboliza el arraigo a mis raíces y el apoyo incondicional de quienes más aprecio. Por otro lado, la bufanda de la final de la Copa del Rey de 2023 entre Osasuna y Real Madrid, un evento al que asistí en el estadio en Sevilla, representa la pasión por el fútbol y los momentos de emoción compartidos con mi comunidad. Estos dos objetos, cada uno con su historia única, son un recordatorio constante de mi conexión con Navarra, mi experiencia en Valladolid y los momentos inolvidables que he vivido en el camino.
A simple vista parece un balón de fútbol normal y corriente, pero para mí es mucho más. Se trata del balón del mundial de 2010 en el que ganó España. Lo he escogido porque tiene un gran valor sentimental para mí, más allá del simple hecho de que ganase España el mundial, es importante para mí por la gente con la que compartí ese momento y por los recuerdos que me trae. Recuerdo ver los partidos del mundial en casa de mi abuelo con 6 o 7 años, nos juntábamos toda la familia para pasar un buen rato y aprovechar para ponernos al día, y de ahí nació mi pasión por el fútbol. Hasta ahora el balón había estado guardado en un armario de mi cuarto y no le daba ninguna importancia, pero hace unos meses mi abuelo falleció y pasó a tener un valor especial para mí. A los dos nos gustaba mucho el fútbol y todas las semanas hablábamos de los partidos de nuestros equipos favoritos y se nos pasaban las horas sin darnos cuenta. Ahora cada vez que veo el balón me vienen todos esos buenos momentos a la mente y por eso se ha convertido en el objeto más valioso de mi patrimonio personal.
Aunque siempre he sido del tipo de persona que le da un valor especial a sus cosas materiales (desde los peluches más realistas hasta las gomas o los lápices), dándoles hasta sentimientos y personalidad, tengo que decir que entre todos mis tesoros emocionales, el número uno es Fofi: un pequeño conejo que mis padres eligieron como mi amigo antes incluso de que yo naciera, y que ha sido mi compañero más fiel desde entonces. Cuando era pequeña y tenía que enfrentarme a los miedos de la noche, Fofi era mi protector más personal, el que otorgaba el liderazgo del ejército de peluches que me rodeaba. Era tan importante que, si alguna vez se me olvidaba en casa, tendríamos que dar media vuelta aunque estuviéramos a kilómetros de distancia. Recuerdo una vez que, por accidente o por un intento de demostrar mi valía independencia infantil, Fofi acabó en un contenedor, lo que produjo un llanto instantáneo por mi parte. Mi abuelo, para evitar la catástrofe que suponía la perdida de mi querido compañero me agarró por los pies y me introdujo boca abajo sobre el contenedor hasta que fui capaz de rescatarlo. Ahora, veinte años después, Fofi sigue siendo mi fiel compañero. Siempre tiene un lugarcito en mi maleta o en mi cama, recordándome que la niña que fui sigue viva dentro de mí, y que, sin importar lo lejos que esté, siempre llevaré un pedacito de mi hogar conmigo gracias a él.
Aunque realmente sea un trozo de plástico, para mi este trozo de plástico tiene un valor inmenso. Es un abono del equipo de fútbol de mi ciudad, al que acudía a ver cada dos semanas durante toda mi infancia junto a mi padre, en la grada este del Estadio José Zorrilla. Ahora lo hago sin mi padre, y en otro lugar distinto a donde me sentaba cuando era un niño, pero con la misma ilusión y sabiendo que mi padre me dejó y me inculcó los valores de este equipo para toda la vida, y no estoy hablando del fútbol. Gracias papá.
A mi abuelo le encantaban las flores y dibujarlas, decía que mi hermana y yo éramos como las flores de su vida que le dábamos sentido y le alegrábamos con nuestra luz. En sus últimos años se pasaba los días dibujando flores y este pequeño dibujo, lo guardo cómo algo muy especial ya que me lo regaló en sus últimos días para que nunca me olvidara de él.
Este es Volteretas y aunque pueda parecer un simple peluche, para mí es algo más. Me lo regalaron mis padres de pequeño mientras estaba en el hospital tras una operación de ojo. Fue mi apoyo durante mi estancia haciendo que mi recuperación fuese mucho más amena. Desde entonces le tengo un cariño especial y está en mi cama todos los días.
Desde hace varios años, la música se ha vuelto una parte fundamental de mi vida, ya que, me ayudan a expresar mis emociones y a ser libre. Debido a los diferentes estilos de música que existen, ayudan a mejorar mi estilo de vida ayudando a relajarme en momentos clave de mi vida y haciendo más divertidos los momentos difíciles. Los cascos de música son muy importantes para mi porque me permiten disfrutar de la música en cualquier momento y lugar, ya sea en casa, en el gimnasio o en la calle. También me ayudan a concentrarme y aislarme del ruido exterior. En definitiva, la música es importante en mi vida y me ayuda a ser libre.
Para cualquier persona esto no es más que un simple disco USB, pero para mi es mucho más que eso, es mi infancia, la de mis amigos y familia, grabada y fotografiada. Años y años de buenos recuerdos, de risas y alegría. En él guardo muchos momentos, más de los que cualquier persona podría recordar. Cada vez que me paro a explorar dentro de ese disco, desbloqueo muchos recuerdos que tenía algo apartados, lo cual es una situación muy bonita, ya que tuve una infancia muy feliz y no querría nunca perderlo ni olvidarme de ello.
Mi mayor patrimonio personal siempre será mi gata, Sara. La llamé así con siete años, sin importarme que fuera nombre de persona, ya que la canción que escuchaba siempre con mi padre se titulaba “Sara, dulce Sara”. Es un miembro más de la familia, y todos nos involucramos mucho en ella, incluso cuando maúlla a mi hermano para que le suba la persiana y así la de el sol. Ha vivido conmigo todas las etapas de mi vida, pasando desde el colegio hasta la universidad. No sé qué haría sin ella, y por ello, es mi mayor patrimonio personal.
Este reloj, de valor incalculable, y portado por mi bisabuelo en todas sus duras y largas operaciones a animales, es el único objeto que tengo de él. Fallecido justo antes de mi nacimiento a causa de un cáncer – maldita enfermedad que acaba injustamente con la vida de tantas personas – nos dejó muchos recuerdos, historias que contar y fotos que mirar una y otra vez sin aburrirnos. El vacío que nos dejó fue muy grande, difícil que se llene en algún momento. Mientras tanto, mi abuela y yo a veces seguimos llorando, de felicidad, cuando le recordamos, pensando qué injusta es la vida que se lleva a las mejores personas. Aunque también estamos felices, porque consiguió que hoy en día no le olvidemos. Algo curioso que hizo antes de morir fue dejarnos a cada miembro de la familia un objeto que hemos ido recibiendo cuando él lo dijo. Yo lo heredé hace no mucho, solo unos meses. A mí me tocó este precioso reloj, con un diseño antiguo y un cristal que tienen marcas y arañazos de toda una vida de esfuerzo para que ahora la nuestra sea un poco mejor. Del reloj sale un sonido que hace tic-tac sin parar, una y otra vez. Así era su corazón, como un continuo reloj que hacía tic-tac. Latía de manera interrumpida porque era tan grande que necesitaba que estuviese constantemente bombeando sangre. Más que ser una máquina antigua, es un vínculo entre el pasado y presente con mi bisabuelo. Mientras siga haciendo tic-tac significará que él está aquí, acompañándonos en los momentos de la vida. Para mí es el objeto más preciado y el que quiero conservar durante toda mi vida, pase lo que pase. Tiene un valor incalculable, no solo porque lo dejó para su familia, sino porque lo eligió especialmente para mí.
Esta gargantilla simple, a primera vista, con un colgante en forma de corazón completamente en dorado, puede parecer sencilla, pero tiene todo un significado arraigado a ella, que le otorga un valor sentimental más allá de lo material y físico. Es importante considerar la importancia de no generar apego con lo material, ya que no hay cosa más triste que el que llena sus vacíos emocionales con cosas materiales, tan efímeras que pierden el sentido adictivo al poco tiempo, cuando ya no ejercen su función, envejecen o incluso simplemente pasan de moda. Eso no ocurre con esta gargantilla, regalo de mis padres, tras la finalización de un periodo de tensión y sufrimiento en el ciclo vital. Posee un doble o incluso significado múltiple, ya que es un colgante casi idéntico a uno de mi madre, el cual le regaló mi padre de novios y que ella siempre llevó puesto. No dejarán de recordarme cómo, desde que era muy pequeña y estaba en el regazo de mi madre, siempre agarraba el colgante con mi manita pequeña, y cómo su brillo me llamó la atención durante toda mi infancia. El simbolismo de la gargantilla dorada con el corazón es mi patrimonio personal; se convirtió en el símbolo de unión entre mis padres y, más tarde, en una forma de ellos de simbolizar ese vínculo también conmigo.
Solamente hace dos meses que vive en casa. Mi madre siempre ha querido tener un perro, pero a mi padre no le hacía tanta gracia. Tuvimos que pasar por algo que dejó nuestras vidas muy vacías, sobre todo la de mi madre y la de mi abuela, a la que también le hacía mucha ilusión la idea. Mi padre decidió acceder a tener a esta criatura con nosotros por alegrarles la vida. Por ello, además de todo lo que quiero a mi perro, para mí también significó mucho el gesto que tuvo mi padre.
Este no es un simple peluche, para mi es mucho más que eso, este peluche me lo regaló mi madre cuando era pequeña y es tan especial porque no fue a ninguna tienda a comprarlo, si no que era suyo de cuando era pequeña, que mi madre me regalase su peluche, el mismo que guardó durante más de 20 años para mi significa mucho y cada vez que miro el peluche me recuerda la relación tan especial que tenemos, es un peluche el cual voy a guardar igual de bien que lo guardo ella y dárselo a mis hijos cuando sean pequeños.
Para mi este anillo no es sólo una joya. A simple vista es lo que podría parecer, pero detrás guarda una historia. Hace apenas cuatro años, un poco después de cumplir los dieciocho años, estaba visitando a mi abuela cuando esta me pidió que la esperara un momento en el sofá pues debía ir a buscar algo. Cuando volvió traía consigo una pequeña cajita negra (un tanto vieja) con remates en color dorado. Antes de entregármela me contó su historia: este anillo de oro con forma de luna creciente y dos pequeños diamantes incrustados perteneció a su madre (mi bisabuela) mucho antes de que se hiciera con él. Al parecer fue un regalo encargado por mi bisabuelo para celebrar su aniversario, una joya que (palabras textuales de mi abuela) «parecía hecha a semejanza del alma de mi madre». No recuerdo si era algo literal pues fuera encargado a medida o simplemente mi bisabuelo al ver aquel anillo no pudo evitar pensar en su mujer, pero la cuestión es que era perfecto para ella. Y cabe destacar que mis bisabuelos no eran unos privilegiados, ese anillo probablemente fuera la cosa material más valiosa que poseyeran en toda su vida. Cuando mi abuela cumplió los dieciocho años su madre la regalo este anillo y la hizo prometer que cuando su hija cumpliera esa misma edad le pasaría esta joya familiar para que la luciera con orgullo. Por desgracia no pudo ser pues mi abuela sólo tuvo dos hijos, pero el problema se solucionó cuando vine yo al mundo. De ahí el título de éste mi patrimonio, un único anillo pasado de mano en mano a lo largo de cuatro generaciones por las mujeres de mi familia y que sin ninguna duda en su debido momento cederé encantada a mi futura hija. A día de hoy no puedo salir a la calle sin llevarlo puesto, me siento incompleta si no está conmigo. Y aunque otras personas puedan pensar que es una irresponsabilidad llevar joyas tan valiosas por la calle, yo les digo que prefiero lucirlo con orgullo a riesgo de que lo pierda a guardarlo mientras acumula polvo olvidado en un cajón.
En esta imagen observamos en primer lugar una pulsera con un valor muy especial. Las joyas, pequeños tesoros que trascienden el tiempo, que tienen una duración indeterminada si las guardamos con amor y cariño, son testigos silenciosos de nuestras historias familiares y legados que perduran a lo largo de generaciones. Para mí, esa pulsera, no es importante debido a su valor económico. Para mi familia, cada una de las joyas que tenemos, narran una historia. En el oso observamos que tiene un grabado, un nombre “Santi”, mi abuelo: una persona que me crio, me ayudó, y como cualquier abuelo, aguantó a su nieta en sus años buenos y no tan buenos. Para mí, fue una pérdida casi irreparable, cuando se fue. Parte del corazón de una niña de 6 años se fue con él y nunca volvió. Pasó una semana y llego el momento de ir a recoger sus cosas, ayudar a mi abuela, y en ese momento, decidí abrir su mesilla de noche, donde encontré sobres. Mi abuela cuando lo vio, desconocía al completo su existencia, abrimos uno y encontramos dinero. Sí, dinero. Con una nota en la que ponía “para que mis pequeñas sigan contando historias con mi recuerdo”. Ahí todo cobro sentido, ese dinero se lo entregue a mi madre y ella supo lo que hacer. A la semana siguiente apareció con esa pulsera. Yo empecé a llorar, mi historia empezaba a cobrar vida. Por esa razón, a día de hoy, esa pulsera es lo más preciado que tengo de él, y cuando lo echo en falta, recuerdo que siempre lo llevare conmigo.
Al lado de la pulsera vemos dos cámaras, un click y un instante efímero capturado, así es la fotografía, recuerdos que nos unen donde se inmortalizan risas, abrazos y miradas que trascienden en el paso de los años. Cada imagen la consideramos una ventana al pasado, donde nuestros recuerdos se albergan, pudiendo consultarlos casi cuando queramos. De pequeña siempre me preguntaba el por qué de tantas fotos, de que mi madre nos dijera : ⁃ Poneros aquí, foto, foto ⁃ Sonreír ⁃ Patataaaa. Unos cuantos años después lo entiendo, esas cámaras son mi infancia, mi adolescencia y mi edad adulta. Según vaya pasando el tiempo me verán crecer tanto física como mentalmente, verán mis logros con alegrías, mis viajes, aventuras y también verán mis fracasos, mis derrotas, mis llantos… Mi madre las tenía guardadas como oro en paño para que no las pasara nada, y a día de hoy, puedo decir que son el mejor regalo que me han hecho sin duda .
Siempre me pareció correcto llevar en mi piel a quién llevo en el alma: Mis hermanas. Las personas que he admirado toda mi vida, a las que he visto convertirse en grandes mujeres y me han visto a mi convertirme en la mujer que soy hoy. Mis modelos a seguir en todos los aspectos y mi fuerza desde que tengo uso de razón. Protectoras.
Hace unos 10 años más o menos empecé a guardar todas las cosas que me parecían importantes en ese momento para poder recordar. Desde cartas, etiquetas con dedicatoria en regalos, entradas a museos, billetes de avión hasta juguetes. Al principio lo inicié como un simple hecho de guardar las cosas importantes, pero hace unos 6 años mi abuelo comenzó con el Alzheimer y me entró miedo de que me pudiese pasar lo mismo. En ese momento empecé a hacer diarios de viaje que guardo en esas cajas que comencé como simples recuerdos, y que ahora, se han convertido en tres pedazo de cajas con fotos, álbumes, diarios y un montón de cosas que espero poder recordar.
El Real Sporting de Gijón, S. A. D., más conocido como Sporting de Gijón o simplemente Sporting, es un club de fútbol profesional español en la ciudad de Gijón, Asturias. Fue fundado bajo la denominación de Sporting Club Gijonés. Identificado por sus colores rojiblancos, y con entidad jurídica de sociedad anónima deportiva (S. A. D.), disputa sus encuentros como local en el estadio El Molinón desde 1913, bajo su originaria denominación de Sporting Gijonés. Organiza desde 1962 el Trofeo Villa de Gijón, y cuenta con 22 912 abonados7 y 126 peñas oficiales de aficionados. El Sporting para mí no solo representa un club de fútbol que animar, sino que también es un sentimiento muy importante en mi vida que me une con mi padre y con mi hermano, con ellos he vivido momentos muy felices tras una radio o una televisión que nos han unido aún mas de lo que estamos. Sin duda esas tardes que he podido ir al estadio con ellos siempre serán algo muy importante para mí.
Cada vez que miro este reloj me vienen recuerdos, aunque sean pocos, del tiempo pasado con mi abuelo. Aquellos veranos en el camping, dando paseos por la playa o jugando en la arena. Intento que todos esos recuerdos no se olviden y este reloj me ayuda a no olvidar. Y sigo esperando la mejor ocasión para ponérmelo, pero no me quedara igual de bien que a mi abuelo.
La imagen muestra una pulsera personalizada con mi inicial grabada junto a la frase «Sigue siempre tu corazón». Estos detalles no son simplemente adornos. Esta pulsera es mucho más que una simple pieza de joyería, es un amuleto de fortaleza y símbolo tangible del amor, el apoyo y la conexión que comparto con mi familia. Cada vez que la veo o la llevo puesta, me transporta a ese momento significativo en el que me la regalaron, recordándome la importancia de mis seres queridos en mi vida y el valor inmenso de su afecto.
Es un recordatorio constante de mis raíces, así como también de la fuerza y el amor que me rodea en todo momento. Esta imagen captura la esencia del valor personal, la conexión profunda con los que me importan y el sentido de pertenencia que me da fuerzas para enfrentar los desafíos de la vida. Es un tesoro muy importante por el significado emocional que representa.
Para esta actividad he decidido mostrar en esta fotografía un objeto muy especial para mi que lleva estando en mi habitación por lo menos unos 15 años, pero desde hace 10 se ha convertido más especial aún. Esta silla pequeñita de madera llego a mi vida de la mano de mi abuelo materno o como yo le llamaba, yayo. Un día cualquiera de fin de semana el decidió comprármela en un mercado, seguro que diréis que no es una historia muy bonita pero ese día él se acordó de mí.
Hace 10 años mi yayo falleció dejando un gran vacío en una familia grande, ruidosa, pero sobre todo muy unida y esa silla es uno de los pocos objetos que me queda en relación con él. Si digo la verdad, tampoco se porque es tan importante para mí, pero supongo que es un objeto que me ha visto crecer ya que ha estado en mi habitación todos los días desde que tengo uso de razón y esos sin duda han sido muchos años.
Han ocurrido tantos momentos importantes de mi vida tanto buenos como malos con tantos recuerdos en ellos que esa silla parece que de algún modo desde hace 10 años le ha hecho participe de ellos. En la fotografía también he querido reflejar una luz de una puesta de sol porque cada vez que he necesitado fuerza, pensar o paz he recurrido a un paseo para ver cualquier puesta de sol, supongo que porque su belleza y por la conexión que me hace sentir con él. Ya que es algo que llevo 10 años diciendo cuando veo una puesta del sol tan bonita con tanta luz es que “Es mi ángel mandándome fuerza”.
Desde que era muy pequeña, siempre veía en cada mano de mi madre un anillo dorado y otro plateado. Yo siempre me interesaba por el segundo y cuando le preguntaba a mi madre por él, me contaba que era el anillo de mi abuela y que tenía un significado muy especial para ella. Cuando mi madre me hablaba sobre esto yo siempre me lo quería poner, pero mi madre solo me lo dejaba por un rato, porque le daba miedo que lo perdiera ya que me quedaba enorme. Aun así, yo siempre quería tenerlo y mi madre no me lo dio hasta que tenía 17/18 años, cuando ella dejó de llevarlo por su nuevo trabajo. Cuando me lo dio me hizo mucha ilusión, pero a la vez tenía mucho miedo por perderlo ya que es uno de los pocos recuerdos que tiene mi madre de la suya.
Este peluche me le regaló mi actual pareja, y me parece algo muy bonito, debido a que todas las noches está a mi lado, tanto en los buenos momentos como en los tristes, ha perdido algo de color, pero me parece aún así muy bonito, porque a la vez que vas envejeciendo el peluche también. Me parece uno de los regalos más bonito que se puede hacer y que me lleva acompañando varios años.
Este collar; un hada de brillantes (aunque ahora ya un poco desgastado pero igual de especial); lleva acompañándome casi toda la vida. Fue un regalo de un familiar y desde entonces me acompaña en los momentos más importantes de mi vida y aunque sé que ella no se acuerda de mí , yo siempre lo haré porque aunque no lo sepa; ella es mi hada de la guarda.