Natalia

Son las ocho de la mañana. Me levanto. Me lavo la cara. Desayuno. Café con leche y tostadas. Me lavo los dientes. Me cambio. Me “doy color a la cara” y me pongo mis alhajas. De camino al autobús compruebo que mis manos no van desnudas. Desnudas. Y es que, ir sin estos dos anillos es como ir sin ropa por la calle. Sencillez es lo que se ve en ellos, pero lo importante es lo que está detrás, en este caso dentro, mi hermano y dos amigas.